miércoles, 5 de enero de 2011

El aventurero.



Hace mucho tiempo, cuando yo no era más que un ratoncillo precoupado únicamente de que me secuestrara la industria farmaceútica, cuando era realmente joven -antes de gastarme el dinero en tabaco, alcohol y jaco- acudía a esta tienda cada dos semanas más o menos. Aún mucho tiempo atrás, cuando mamá rata me sacaba de paseo, siempre me quedaba fascinado ante los escaparates de esta librería vieja que, por ubicación y aspecto, me fascinaba más que ninguna otra tienda de Madrid.
Fue en El Aventurero donde me empecé a aficionar al cómic. O, más concretamente, a comprar cómics. Quizá no era la librería más especializada o con mejor catálogo de la ciudad -mis amigos, mucho más expertos en estas lides, preferían cruzarse Madrid entero en Metro para ir a comprar a Akira Cómics, por ejemplo- pero se respiraba un ambiente que olía a tinta, a aventuras increíbles y a aquéllas ediciones especiales que se imprimían en papel satinado, que tenían precios prohibitivos y que me obligaban a ahorrar y volver a la semana siguiente. Allí compré mis primeros cómics de Spiderman, de X-Men, de Vengadores... O tomos recopilatorios de Kalvin & Hobbes, o de Mafalda. Creo que incluso allí compré por primera vez la revista El Karma y algún que otro fanzine, que en plena preadolescencia me parecían un ejercicio de punk supremo.
Años más tarde, por una de esos quiebros que sólo saben hacer Messi y el destino, acabé conociendo a uno de los dueños de la tienda y entablamos cierta amistad. Y entonces redescubrí el cómic y me hice mayor. Autores europeos, cómics serios, ficciones deliciosas e incluso algo de manga y mucho cómic español -que no se acaba precisamente en 'Mortadelo y Filemón', con todos mis repetos para el gran Ibáñez- empezaron a llenar mis estanterías y a quitarle espacio a años de coleccionismo Marvel que he perdido de vista definitivamente. Todo empezó en El Aventurero, y en El Aventurero continúa mi historia comiquera.
Hoy, tiendas pequeñas como esta sobreviven a duras penas frente al avance feroz de las grandes superficies. Si el cómic funciona, El Corte Inglés vende cómic. Si el manga funciona, la Fnac vende manga. Si el merchandising freak hace dinero, Carrefour te lo pone en bandeja. Es el liberalismo salvaje del que no escapa nadie, y menos el pequeño comercio. Pero las grandes superficies no tienen ni tendrán nunca lo que sí tiene El Aventurero: encanto y arte, mucho arte.

Larga vida a El Aventurero. Aunque sea para que pueda seguir contándome historias.

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