domingo, 9 de octubre de 2016

Botas sin tacos. Vuelvo al parquet.

Joder con el miedo a la hoja en blanco, la de tiempo que hacía que no me sentaba yo a escribir... Es domingo por la mañana y mi vida ha cambiado por completo. Para empezar me han despertado los gatos. ¡Gatos! ¡En mi casa! Volvió ella y vino con tres felinos, y ahora estamos aquí los cinco. Ellos comiendo, ella durmiendo y yo tomándome un café a ver si consigo hacer algo útil con el domingo.
Si me he puesto a escribir y no estoy aprovechando para jugar a la consola es, sencillamente, por culpa del diógenes digital. Tengo el ordenador lleno de fotos de cuando era más joven, tenía la tablet llena de cosas que escribía cuando era más joven y últimamente -ya sé que esto no es digital- las cervezas me saben a cuando era más joven.
Se me come la nostalgia de tiempos pasados.
Sigo trabajando, eso me da puntos de vida. En realidad me los quita porque la serie lleva un ritmo frenético y vamos a unos niveles de carga de trabajo que no son normales, pero soy uno de esos privilegiados a los que les encanta su trabajo y aunque tiene sus momentos malos, la verdad es que disfruto. Me da por culo madrugar pero me gusta mucho lo que hago. No me hagáis mucho caso cuando me queje.
He pasado -estoy estamos pasando- una racha muy de mierda y mucho de mierda, así que he optado por volver a hacer poco a poco cosas que me gustan para salir del pozo y a intentar mimarme yo un poco aunque ahora mismo esté cabreadísimo con los gatos y con una ansiedad desorbitada para ser un plácido domingo soleado en Madrid. En dos semanas volveré a jugar al fútbol porque el fútbol es mi refugio en los tiempos oscuros. Por la tele, en la consola, en el estadio o siendo jugador... Con el fútbol me evado. Quizá no sea la mejor de las opciones pero prefiero el fútbol a estar sin dientes en la glorieta. Así que ayer me compré las botas y el botero con la ilusión de un niño chico y unas ganas enormes de calzármelas y saltar a la cancha a comprobar que ya no tengo la misma forma física que la última vez que me vestí de corto. Estoy peor, mucho peor.
Es obvio que físicamente estoy hecho un despojo. Me estoy quedando más calvo, me está saliendo una barriga que me empieza a asustar y se me ha puesto la cara redonda. Yo hace diez años estaba bueno, era muy atractivo, me estoy echando a perder. De verdad. Me tengo abandonado, con lo que yo he sido.
Y todo eso me da igual. Me da igual mi estado físico... Me conformo con recuperar las sonrisas, con salir del ostracismo y del aislamiento. Siempre hacia adelante.