sábado, 30 de noviembre de 2013

Los abrazos.

Dicen que cuando vienen mal dadas es cuando aparece la gente que de verdad te quiere. No sé si es cierto porque en general tengo mucha suerte en ese sentido y siempre me rodeo de los mejores, pero el aluvión de mensajes, muestras de apoyo, llamadas y manos dispuestas a ayudar que me están llegando con esto del paro me tiene desbordado y jodidamente abrumado.
Sé que no estoy bien, no estoy especialmente animado y no me atrevo ni a respirar por si me cobran, pero no sabéis cómo de agradecidísimo os estoy. Probablemente estos días ando pensando más en mí mismo que en otra cosa, lo siento por la gente que sé que me necesita porque no estoy... ahora mismo no puedo estar. Volveré por mis fueros cuando me acostumbre un poco a la nueva situación y, sobre todo, cuando se acabe esta vorágine de visitas a abogados, sindicatos, reuniones de compañeros y demás mierdas. Y ahí me pagaré las cañas que os debo y os devolveré las risas que me estáis aportando. El quince de Diciembre es el día D.

Gracias a todos por estar ahí siempre. Os quiero un cojonazo.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Capitalismo en la escalera del portal.

¿Por qué yo vivo en una casa y él está pasando frío en el rellano de la escalera? ¿Por qué yo hoy he cenado dos veces y él, probablemente, solo ha hecho una comida en todo el día? ¿Por qué yo me estoy bebiendo una cerveza y él no tenía ni para agua? ¿Por qué yo tengo un calefactor calentándome los pies y él solo tiene un abrigo? ¿Por qué yo voy hoy a una reunión con abogados para negociar mi finiquito y él pide en la calle? ¿Por qué yo aún no me he visto en la tesitura de abandonarlo todo e irme a otro país a buscarme la vida y él las está pasando putas fuera del suyo? Lo que he hecho hoy, ¿es caridad o es solidaridad? Si, según los valores que me inculcaron en un colegio de franciscanos, debería sentirme bien con lo que acabo de hacer, ¿por qué sigo sin sentirme bien? ¿Por qué yo voy a dormir en un colchón, tapado con un edredón nórdico y con una almohada ergonómica y él en unas escaleras con una manta que -doy fe- no abriga? ¿Por qué tengo varios bolsos, mochilas, riñoneras y bandoleras y él no tiene nada? ¿Por qué yo mañana me voy a duchar con agua caliente y él no?
¿Qué cojones está pasando aquí? ¿De qué coño va todo esto? ¿Qué hostias nos pasa?

viernes, 22 de noviembre de 2013

Jugando en el descuento.

Cada día que pasa la sensación de estar viviendo una cuenta atrás es más agobiante. Resulta muy extraño seguir acudiendo a trabajar sabiendo que todo tiene fecha de caducidad y que el quince de Diciembre se acabará todo. Me quedan exactamente trece días por currar y a partir de ahí... el abismo.
"No quiero entrar en la dinámica de pa' lo que me queda en el convento, me cago dentro. Soy técnico de sonido, soy un profesional y quiero darlo todo hasta el último día", comentaba con los compañeros cuando nos dieron la noticia. Es complicado, la verdad. Me siento flotando en un mar de mierda rodeado de zurullos donde la razón de ser, que era mi trabajo -un trabajo que me encanta, por cierto- va a desaparecer como por arte de magia sin que pueda hacer nada al respecto. No me preocupa el tema económico porque dinero, al fin y al cabo, no he tenido nunca; me preocupa la enorme cantidad de cambios que va a suponer esto, me "asusta" tener tanto tiempo libre, volver a disponer de los fines de semana como la gente normal, sentirme improductivo, acostumbrarme a no hacer nada, dejarme arrastrar por la inercia y acabar cayendo en una depresión viendo la deriva que lleva el país.
No sé qué va a pasar con todo esto. Necesito un trabajo para sentirme útil -años y años de vivir en un sistema capitalista me han convertido en esto- y ahora veo como, jugando en el tiempo de descuento, el partido se acaba y no hay cojones a remontar. He perdido la cuenta de los currículums que he mandado desde antes incluso de que nos dieran la noticia. No sé a cuántas viejas amistades he llamado para pedir curro y lo cierto es que la gran mayoría de la gente que conocía de currar en la tele está igual o peor que yo. Anda la cosa jodida.
En el fondo no pierdo la esperanza. Hay un resquicio de mi corazón que insiste en que no tengo de qué preocuparme, en que conseguiré trabajo antes  de darme cuenta de que ya no lo tengo. Pero esa ventanita es cada vez más pequeña. Esa luz de esperanza parece cada vez más lejana y si permito que todo se vuelva sombrío, entonces sí, estoy perdido.
Luce el sol por las rendijas de mi alcantarilla y a pesar de eso tengo escarcha en los bigotes. Sobre la mesa humea el segundo café de la mañana y el cigarrillo que tengo en la boca se consume lentamente. Estoy volviendo a ver Lost, no ha envejecido tan mal como esperaba.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Se acabó lo que sedaba. Crónica de una muerte anunciada.

Bueno, pues se acabó. A partir del quince de Diciembre paso a ser uno más en el nada selecto club de los parados.
Es raro. Para empezar es el primer trabajo del que no me voy porque tenga algo mejor, me echan. Nos echan, porque caemos casi sesenta personas del tirón. Así, sin más.
Es raro. Porque han sido más de tres años trabajando con una gente maravillosa, con muchas más cosas buenas que malas y haciendo algo que de verdad me gustaba y me satisfacía. Más de tres años en los que han pasado un montón de cosas divertidas y mil anécdotas graciosas, una infinidad de risas y muy pocos momentos realmente malos.
Es raro. Porque tengo cierta sensación de desorientación, de que me roban una parte importante de mí mismo (SOY técnico de sonido, no sé ser otra cosa que no sea esto y SOY parte de un equipo), de estar perdido en un mar inmenso de personas. Y si no fuese porque, a pesar de que cuando nos dieron la noticia me puse muy gilipollas, mi compañera estuvo ahí para abrazarme, consolarme y hacerme cambiar de perspectiva, estaría mucho más perdido y ahogado en litros y litros de whisky barato.
Tiene una parte positiva: estas navidades estaré en casa para disfrutar con mi sobrina, comerme las uvas en paz, disfrutar con mis primos del día de año nuevo y asistir a las cañas prenochebueneras con la que es mi otra familia.
Y me siento desamparado y desorientado, pero no tengo miedo ninguno porque sé que de todo se sale menos de la tumba (espero... si salgo de la tumba disparadme a la cabeza antes de que os muerda), porque mi familia ya me ha dicho que no me preocupe por nada, porque los pocos amigos a los que ya les ha dado la noticia andan ya como locos tratando de ayudarme y, sobre todo, porque ha vuelto a venir ella a regalarme sonrisas. No me falta de nada.
Gracias a todos.