martes, 21 de junio de 2022

Más de cuarenta días en la isla.

 A tomar por culo todo lo que escribí en la entrada anterior. Es increíble cómo cambian las cosas en cuestión de días y las pocas, poquísimas, ganas que tengo de irme de aquí. 

Estoy conociendo a un montón de gente nueva muy interesante, me estoy reencontrando a mí mismo, he ido a un montón de fiestas con una música de mierda y he bailado hasta el amanecer. He bebido mucho, he reído hasta que me han dolido las mandíbulas, he tenido mil conversaciones la hostia de interesantes, he mejorado como profesional y como persona, he cocinado alguna cosa mínima para quedar bien, he ido a la playa, ha venido a verme mi familia, me he metido bolinga a la piscina, he probado frutas asombrosas, he jugado al póker, he robado un futbolín, he bebido los mejores margaritas de mi vida y otro sinfín de cosas que no vienen al caso pero que me están dando un revolcón mental importante.

Tengo la sensación de estar volviendo a ser yo: sociable, divertido, inagotable, abierto, sonriente... Y me aterra pensar en dónde carajo he estado todo este tiempo. Y hay una parte de mí que aún mira a Madrid y se siente mal, algo me lastra todavía, algo que aún duele y escuece un poco, como una herida mal cerrada sobre la que a veces me gusta echarme un poco de limón para que supure. Y es todo extrañísimo, de verdad.

Qué bien me lo estoy pasnado, joder. Con los demás y conmigo mismo.

No quiero volver. Me echaba de menos.