lunes, 20 de julio de 2015

Autoreverse.

Viajar al pueblo es esa típica cosa que nunca me apetece hacer pero que siempre disfruto, y más ahora que voy a tener que estar forzosamente en Madrid por unas horas. Es un viaje de rebobinar la película de mi vida a unos tiempos que, si no eran mejores, desde luego eran más sencillos. Por no hablar de que la temperatura allí es bastante menos asfixiante (quién lo iba a decir) que en Mordor Madrid.
Hubo un tiempo en el que usé el correo ordinario, ese de sellos y sobres. Tengo allí acumuladas muchas de esas cartas que me llegaban en verano y siempre me hacen pensar en que Internet no lleva aquí toda la vida aunque parezca lo contrario. Me gustaba recibir cartas... era algo mucho más personal que un email o un WhatsApp. No me estoy negando al progreso, sencillamente hablo de preferencias... También hubo un tiempo en el que leía Mortadelo y ahora ando enfrascado con Terry Pratcher. Ni mejor ni peor, diferente. Y siempre divertido.
He hecho el viaje en tren. Primero porque no se me ocurre ni remotamente una forma más divertida y más interesante de viajar, y segundo porque el recorrido ferroviario desde mi pueblo a Madrid ofrece unas vistas acojonantes y un par de momentos cuanto menos curiosos, especialmente cuando de pronto el tren deshace el camino andado durante varios kilómetros y parece que el final del viaje se aleja en lugar de acercarse. Es otra forma de rebobinar la película del viaje... He rebobinado mucho estos días. Supongo que será la crisis de los treinta, será que no atravieso un buen momento o será, sencillamente, que soy gilipollas. O quizá tenga que ver con que, cogiendo polvo en una estantería, me estaba esperando mi colección de casettes junto a un walkman con las pilas sulfatadas. En él, con letras blancas, pone "AUTOREVERSE". La vida.

Nunca entenderé por qué al llegar a Plasencia las chicas guapas se bajan del tren y este da la vuelta para volver a enfilar la vía por la que ha llegado. Supongo que es una estupenda metáfora de la vida: no todo va sobre coger trenes, también hay que saber qué hacer una vez que te has montado.

miércoles, 15 de julio de 2015

El verano ya llegó, ya llegó, ya llegó.

No me voy de vacaciones porque al parecer este año he sido muy malo y no me las merezco. Básicamente salgo unos días por asuntos familiares y espero poder aprovechar que estaré lejos de mi ciudad para volver con las pilas un poco cargadas, la cabeza en su sitio y los muebles colocados en plan zen. Porque ahora mismo todo es caos. Y no del que me gusta.
No es que en lo que llevo de 2015 no hayan pasado cosas buenas, que las ha habido... Es lo mucho que aún pesan las malas y lo complicado que resulta a veces pasar página. Pero mira, como se me ha puesto en los cojones tirar pa'lante y seguir va a ser así por las buenas o por las malas. Y en ese sentido, aunque últimamente es obvio que estoy mejor, este salir del circuito habitual para cambiar el paisaje me va a venir hasta bien.
No tengo intención de volver a pisar por aquí hasta que no empiece en mi "nuevo" trabajo. Necesito olvidarme un poco de todo. De que soy técnico de sonido también. Otra cosa será que luego aguante medio bien o medio mal estar aislado en el ostracismo absoluto, que básicamente es a lo que me voy, pero bueno... Tampoco queda otra. Me conformaré con encender la barbacoa cuando me dejen.
Todo esto parece muy pesimista y no lo es en absoluto. Necesito empezar de cero y este viaje, que hago medio obligado, me va a venir muy bien. Para coger aire, aguantarlo y volverlo a soltar. Pero un aire distinto. Restregarse un poco contra las raíces de uno antes de empezar etapas nuevas siempre viene bien. Y no, no pretendo autoconvencerme, lo pienso realmente. Si en el tiempo que esté por ahí perdido cae una tormenta de verano y me da para compartir una cerveza con mi abuelo en la terraza viendo caer rayos ya habrá valido todo la pena.
Ya tendré tiempo a mi regreso de recuperar los bares, las terrazas, los lavabos, los amigos y las risotadas estúpidas. Fiestas del barrio mediante. Como un ave fénix que resurge de sus cenizas... Esto no ha hecho más que empezar.
El verano ya llegó. Que el aire acondicionado lo pague otro.

martes, 14 de julio de 2015

Esto no va a terminar bien (tonterías mañaneras de antes y durante el café).

Cuando he abierto los ojos en la cama toda la casa estaba inundada de un profundo olor a café y por alguna extraña razón eso me ha puesto de muy buen humor. Yo soy así, un tipo de gustos sencillos que encuentra la felicidad en las pequeñas cosas. O, a lo mejor, simplemente me he hartado de levantarme todas las putas mañanas triste y melancólico, vaya usted a saber.
Madrid me está quemando, y no es ninguna metáfora sobre el estrés o el hartazgo que me pueda generar la ciudad (en la que, sorprendentemente y por primera vez en muchos años, me siento de nuevo tremendamente cómodo), es que nos vamos a morir todos achicharrados. Atravesamos una ola de calor. En realidad creo que es la ola de calor la que pasaba por aquí, pero da igual, creo que la expresión es correcta. El caso es que hay que tener valor para salir a la calle antes de las ocho o las nueve de la noche. Ni que fuese mi pueblo esto, oiga.
Enciendo el primer piti del día sin haberme terminado el café y pienso "esto no va a terminar bien". Porque sí, los tíos guapos también cagamos. Café y cigarro, muñeco de barro. Tengo treinta palos y todavía me descojono cuando hablo de mierda, ñorugos, cagarros, tordos, cacota, heces... ¡Qué rico es el idioma castellano!
Continuamos para bingo, oiga.

domingo, 12 de julio de 2015

Y soñar.

Hoy he soñado contigo y te puedo asegurar que es muy extraño soñar con alguien a quien no conoces en persona. Ha sido raro también por lo realista del sueño, por las cosas que pasaban... No voy a entrar en detalles. Ha sido raro y espero que no premonitorio.
Pero sospecho que lo será. Dicen que Lorca tenía sueños premonitorios. También dos brazos, dos piernas y dos ojos, igual que yo, así que... Pero espero que no lo sea.
Y aunque lo fuese, me siguen apeteciendo mucho esas cañas. Yo invito.

sábado, 4 de julio de 2015

A lo John McClane.

Claro que duele. Es jodidamente infernal, un dolor que se transforma en físico porque sigo durmiendo en el sofá todas las noches, porque dormir en nuestra cama sin ti es imposible. No descanso, y me tiro horas muertas dando vueltas, mirando al techo, pensando en cuando todo eran risas -incluso recordando el ataque de la cucaracha voladora y las toses de aquel vecino que sigue respirando igual de mal todas las noches- y bromas y domir peleando por quién abrazaba a quién en invierno o cada uno en un lado de la cama en verano, pero siempre tocándonos la piel, aunque fuese con los pies para no darnos calor.
Claro que duele. Llevo ya tres días sin ingerir nada sólido porque se me cerró el estómago después de la última bronca y todavía me pongo triste cuando veo las judías verdes en la nevera. Porque, ya ves tú qué gilipollez, las judías verdes con patatas me recuerdan mucho a ti y encima anoche soñé con tu pastel de carne. Y me acordé de cuando nos cuidábamos y cocinábamos el uno para el otro viniésemos o no cansados de currar. ¿Pero cómo no va a doler todo esto?
Claro que duele, joder.
Pero he decidido vivir a lo John McClane, y seguir caminando aunque lleve los pies llenos de cristales, me hayan dado dos palizas y un tiro en un hombro. Porque no me puedo parar, no me puedo quedar estancado aquí. Necesito dar pasos y ver qué pasa, probar a sobrevivir, aprender a no depender. Y siento que te duela y que no lo comprendas, es normal, claro que duele. Aunque odie hacerte daño y aunque lo haga de manera inconsciente. Necesito avanzar, no puedo quedarme mirando al tren como las vacas en el campo.
Necesito saber que sin ti también puedo, recuperar muchas cosas, abrir muchas puertas, ventilar muchos malos momentos (que también los hubo), superar muchos miedos y muchas inseguridades, dejar atrás lo débil que me volví y sentirme fuerte de nuevo. Sin descanso, sin flaquear, a lo John McClane.
Necesito reconstruirme y voy por mal camino. Porque te sigo echando de menos. Porque todo esto duele horrores.
Claro que duele, joder.