miércoles, 6 de noviembre de 2013

Se acabó lo que sedaba. Crónica de una muerte anunciada.

Bueno, pues se acabó. A partir del quince de Diciembre paso a ser uno más en el nada selecto club de los parados.
Es raro. Para empezar es el primer trabajo del que no me voy porque tenga algo mejor, me echan. Nos echan, porque caemos casi sesenta personas del tirón. Así, sin más.
Es raro. Porque han sido más de tres años trabajando con una gente maravillosa, con muchas más cosas buenas que malas y haciendo algo que de verdad me gustaba y me satisfacía. Más de tres años en los que han pasado un montón de cosas divertidas y mil anécdotas graciosas, una infinidad de risas y muy pocos momentos realmente malos.
Es raro. Porque tengo cierta sensación de desorientación, de que me roban una parte importante de mí mismo (SOY técnico de sonido, no sé ser otra cosa que no sea esto y SOY parte de un equipo), de estar perdido en un mar inmenso de personas. Y si no fuese porque, a pesar de que cuando nos dieron la noticia me puse muy gilipollas, mi compañera estuvo ahí para abrazarme, consolarme y hacerme cambiar de perspectiva, estaría mucho más perdido y ahogado en litros y litros de whisky barato.
Tiene una parte positiva: estas navidades estaré en casa para disfrutar con mi sobrina, comerme las uvas en paz, disfrutar con mis primos del día de año nuevo y asistir a las cañas prenochebueneras con la que es mi otra familia.
Y me siento desamparado y desorientado, pero no tengo miedo ninguno porque sé que de todo se sale menos de la tumba (espero... si salgo de la tumba disparadme a la cabeza antes de que os muerda), porque mi familia ya me ha dicho que no me preocupe por nada, porque los pocos amigos a los que ya les ha dado la noticia andan ya como locos tratando de ayudarme y, sobre todo, porque ha vuelto a venir ella a regalarme sonrisas. No me falta de nada.
Gracias a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario