viernes, 22 de noviembre de 2013

Jugando en el descuento.

Cada día que pasa la sensación de estar viviendo una cuenta atrás es más agobiante. Resulta muy extraño seguir acudiendo a trabajar sabiendo que todo tiene fecha de caducidad y que el quince de Diciembre se acabará todo. Me quedan exactamente trece días por currar y a partir de ahí... el abismo.
"No quiero entrar en la dinámica de pa' lo que me queda en el convento, me cago dentro. Soy técnico de sonido, soy un profesional y quiero darlo todo hasta el último día", comentaba con los compañeros cuando nos dieron la noticia. Es complicado, la verdad. Me siento flotando en un mar de mierda rodeado de zurullos donde la razón de ser, que era mi trabajo -un trabajo que me encanta, por cierto- va a desaparecer como por arte de magia sin que pueda hacer nada al respecto. No me preocupa el tema económico porque dinero, al fin y al cabo, no he tenido nunca; me preocupa la enorme cantidad de cambios que va a suponer esto, me "asusta" tener tanto tiempo libre, volver a disponer de los fines de semana como la gente normal, sentirme improductivo, acostumbrarme a no hacer nada, dejarme arrastrar por la inercia y acabar cayendo en una depresión viendo la deriva que lleva el país.
No sé qué va a pasar con todo esto. Necesito un trabajo para sentirme útil -años y años de vivir en un sistema capitalista me han convertido en esto- y ahora veo como, jugando en el tiempo de descuento, el partido se acaba y no hay cojones a remontar. He perdido la cuenta de los currículums que he mandado desde antes incluso de que nos dieran la noticia. No sé a cuántas viejas amistades he llamado para pedir curro y lo cierto es que la gran mayoría de la gente que conocía de currar en la tele está igual o peor que yo. Anda la cosa jodida.
En el fondo no pierdo la esperanza. Hay un resquicio de mi corazón que insiste en que no tengo de qué preocuparme, en que conseguiré trabajo antes  de darme cuenta de que ya no lo tengo. Pero esa ventanita es cada vez más pequeña. Esa luz de esperanza parece cada vez más lejana y si permito que todo se vuelva sombrío, entonces sí, estoy perdido.
Luce el sol por las rendijas de mi alcantarilla y a pesar de eso tengo escarcha en los bigotes. Sobre la mesa humea el segundo café de la mañana y el cigarrillo que tengo en la boca se consume lentamente. Estoy volviendo a ver Lost, no ha envejecido tan mal como esperaba.

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