viernes, 20 de agosto de 2021

Currar en una boda.

 La verdad es que llevaba un montón de años pensando que la siguiente boda a la que acudiría sería la mía propia y al final ha resultado que hoy me ha tocado currar en la boda de otros. No ha sido fácil ni del todo agradable, la verdad.

Creo que nosotros habríamos organizado algo mejor. Menos barroco, menos enrevesado y mucho más divertido. Y mucho más bonito también, la verdad. Creo, además, que la inmensa mayoría de las canciones que han sonado habrían sonado en nuestra boda porque eran a la vez las canciones que esuchábamos en todos los viajes, casi siempre las mismas, casi siempre gritándolas a grito pelao o bajito -casi susurrando- en función de cómo estuviese el tráfico. Creo que precisamente por el tema musical me he tirado cerca de una hora con un nudo terrible en la garganta, a punto de echarme a llorar y deseando volverme a la furgoneta a escuchar Narco.

Pero creo más cosas.

Creo que no habríamos conseguir juntar entre los dos tantos amigos que se subiesen a decir cosas bonitas sobre nosotros o que hubiesen vivido la relación tan de cerca. Creo que nunca hemos compartido suficientes anécdotas con suficiente gente como para que un día como este hubiese subido gente a ponernos un poco en ridículo. Creo que no teníamos vida social suficiente como para que hoy nuestros amigos nos hubiesen emocionado.

Y todo esto lo creo mientras dejo de creer en otras cosas, después de trece horas de trabajo ayer y diechiocho hoy. Con una gata dándome cabezados en un brazo mientras intento beberme un kalimotxo para intentar pasar un poco las penas y desconectar antes de acostarme. Pero qué difícil es todo, joder, si es que hasta el vino me recuerda a ti...


No hay comentarios:

Publicar un comentario