martes, 10 de agosto de 2021

Seguir caminando cinco años después.

Hoy venia caminando hacia mi casa con una voz en la cabeza que no paraba de decirme "joder, si aún tuviese un blog, hoy le metería pero bien". Y mira tú por dónde, tengo un blog y aunque hace cinco años que no escribo y esto está lleno de polvo y hay unas sábanas amarillentas tapando los muebles, sigue pareciendo un refugio acogedor.
Todo ha cambiado muchísimo en los últimos cinco años. Ni a mejor ni a peor, pero muchísimo.
En todo caso, de pronto volver a escribir me hace sentir bien y eso lo agradezco, aunque me cueste ordenar los pensamientos de mi cabeza y acabe de descubrir que esto me genera menos mono de tabaco del que pensaba. Más de año y medio llevo sin fumar, fíjate si han cambiado las cosas. 

Hoy he hecho una cosa que tenía muchas ganas de poder hacer sin que me generase un sentimiento de culpa extrañísimo. Me he ido a comer con una amiga a la que quiero un montón y nos hemos reído, nos hemos contado nuestras vidas y nos hemos tomado cuatro gintonics. Y ha sido normal. No había ninguna sombra en mi cabeza que me hiciese pensar que eso estaba mal o que me hiciese sentir ansioso y con prisa, al revés... Me he sentido agusto y relajado y liberado. He podido hablar tranquilamente y hemos quedado en que tengo que conocer a su novio porque es igual de arcade gamer que yo.
Ha sido todo tan normal, que ha sido liberador y me ha hecho preguntarme de dónde vengo. Y sé perfectamente de dónde vengo y cuáles fueron mis errores, no va esto de escurrir el bulto ni pintarme de buenecito. He sido un pieza de cojones y cuando he querio arreglarlo no he hecho más que acumular errores y forzarme a unos limites de anulación y autodestrucción que tampoco eran precisamente la mejor solución del mundo.
Y supongo que así ha pasado lo que ha pasado. Yo qué sé, tampoco termino de asimilarlo del todo, no nos engañemos. 

La normalidad es una sensación extraña y más ahora que todavía tenemos en mente la 'nueva normalidad' y añoramos la 'vieja normalidad'. Me siento todavía desubicado, buscando un lugar, refugiado en tener tres trabajos y estar dejando los malos vicios. Y una parte extrañamente importante de este proceso está pasando por dos fases:
    a) Volver a interacuar con gente que yo pensaba que podría estar muy enfadada conmigo y descubrir que no. Incluso al revés: forzarme a quedar con gente con la que yo pensaba que estaba furioso y descubrir que lo que hace chorrocientos años tenía muchísima importancia, se me ha olvidado o he descubierto que no tiene ninguna importancia en absoluto. Es gente con la que tengo muchísimos muertos en el armario, pero a estas alturas la vida va de otra cosa y nos da bastante igual todo eso. Esto ha traído consigo conversaciones más sanas y más sinceras, conversaciones desnudas donde ya no hace falta disfrazarse porque el bagaje está ahí y todo el mundo tiene el suyo. Y en realidad nadie ha sido tan importante en la vida de nadie como para no entender que las cosas no son iguales con dieciséis que con treinta y seis. ¡Y ESO ES LA HOSTIA EN VERSO, JODER! No he vivido una sinceridad más brutalmente honesta jamás, porque pone todas las cartas sobre la mesa y se aleja del puto pasteleo de las redes sociales. Estamos todos bastante jodidos, ya estamos encarrilados, ya no hace falta puto postureo. Ya hemos follado todos bastante y peinamos canas, dejémonos de hostias y hablemos de lo realmente importante.
    b) Me he vuelto bastante selectivo a la hora de interactuar con las personas. Supongo que esto lo ha traído también un poco la pandemia y, por supuestísimo, una vez más, la edad. Ha habido un "fuera caretas" bastante loco. En cierto modo, me siento muy sólo porque ha aparecido el factor de la distancia física real con muchos de mis amigos, pero es tremendo notar cerca a los amigos de verdad y mirar con incredulidad a la gente que ha resultado ser un fraude. Es verdad que con este tema estoy un poco hooligan y me imagino que se me bajarán los humos, pero en los peores años y cuando la cosa ha estado más jodida, gente que yo creía distante ha venido para arrimar el hombro y ayudar, y gente que yo creía cercana han resultado ser unos putos parásitos con más cara que espalda. No puedo juzgar, o no debo, más bien, porque soy consciente de que durante años el primero que ha parasitado lo más grande he sido yo... Pero cuando la necesidad aprieta mucho (y creedme, desde 2019 las cosas se me han puesto muy muy jodidas en lo económico) que encima vengan a mangonearte en tu puta cara duele de narices.

 Hoy he comido con una amiga a la que quiero un montón y hablando sobre comportamientos compulsivos y sobre mis problemillas con el alcohol me ha dicho "joder, menos mal que no somos heroinómanos". Es la frase más brillante que he escuchado este verano porque, por alguna extraña razón, es la frase que me ha traído hoy de vuelta a reflexionar un poco sobre todo esto.

 Han cambiado un montón de cosas en los últimos años. Todavía no sé si para bien o para mal, pero joder que si han cambiado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario