martes, 31 de diciembre de 2013

Agárramela que me crece, 2013.

Bueno, pues otro que se acaba. La verdad es que no iba nada mal encaminado el año si no llega a ser por estos últimos quince días y supongo que no es justo valorar 365 días por sólo los últimos quince, pero... Joder, cómo se ha torcido todo en dos semanas.
No me voy a recrear demasiado, han pasado muchas cosas muy buenas y por eso sí que me apetece brindar. Por ella lo primero, que ha sido y está siendo lo mejor que me ha pasado este año con mucha diferencia. Por mi sobrina y por mi familia después, que cada vez tengo más claro que sin ellos no sobreviviría y menos con el frío que hace en mi alcantarilla... Por mis amigos, porque día a día me demuestran que son los mejores y, por primera vez en años, me aterra la sensación de que no estoy a la altura... sólo tengo palabras de agradecimiento, gentuza. Gracias por aguantarme.
Brindo también por los ausentes. La vida es una guerra y en todas las guerras hay bajas y desertores, héroes y traidores, vencedores y vencidos. Por las derrotas y por las victorias, también brindo por eso.
Brindo por todo lo bueno y por todo lo malo, porque al fin y al cabo hoy me he vuelto a despertar, he hecho café y me he sentado a escribir esto con un cigarro en mano mientras atruenan los Reincidentes por toda la casa.
Y brindo por aquella noche perfecta del 17 de Mayo. Aquella noche que no podré olvidar nunca. Porque el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes de la vida.
Feliz 2014 y cuidado con las uvas. Nos vemos en los bares.

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