miércoles, 18 de mayo de 2022

Meter la pata (lo del miércoles pasado)

Equivocarse es la especialidad de la casa. Muy por encima del trabajo o de hacer reír a las persona, meter la pata. Uno de los errores más comunes y flagrantes que cometemos aquellos que nos divorciamos pasada la treintena es creernos que todo vuelve al punto de partida. No sólo nos creemos que volvemos a tener veinte sino que pensamos que la gente de nuestro alrededor también. MEEEEEEC. EEEERROR. No es así. El resto del mundo ha evolucionado y es difícil de asumir. No toda la gente se ha vuelto de pronto irresponsable y egoísta y muchísimo menos van a entrar en tu juego sólo porque da lastima verte. Y, sí, esta semana volvió a pasar y me columpie. La especialidad de la casa, insisto. De pequeño me flipaban los encantadores de serpientes. Tocaban la flauta y de dentro de un canasto salía una cobra contoneándose al ritmo de la música. Es una especialidad que parece haber desaparecido, como los faquires que se acostaban sobre una cama de clavos o esos que caminaban descalzos sobre cristales. Sospecho que todas esas cosas tenían truco, pero al fin y al cabo el secreto del ilusionismo consiste en seguir creyendo. Me marcho de aquí para mes y medio y la verdad es que pretendía dejar todos los marrones que tengo bastante cerrados. Lo he hecho al revés. Dejo muchas cosas más abiertas, muchas otras mal cerradas y otras tantas sin resolver. Cojonudo. Ojalá cuando vuelva se hayan resuelto solas. No va a ser el caso, pero no me llames iluso porque tenga una ilusión. Hala, ciao. (Todo esto lo escribí con el móvil, desde el autobús volviendo a casa, la noche del once al doce de mayo de dos mil veintidós. Lo he cortado y pegado desde las notas del teléfono y no se han respetado ni la mquetación ni los signos de puntuación, pero así queda.)

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